domingo, 10 de enero de 2016

Carmo, Bairro Alto, Lisboa

Carmo Restaurante & Bar se encuentra en la plaza Largo do Carmo 11, en el mismo corazón del Bairro Alto de la capital portuguesa y al lado de Rossio. Esa plaza es conocida sobre todo porque es donde se encuentran las ruinas do Convento do Carmo, famoso porque durante el terremoto de 1755 quedó prácticamente destrozado y era la iglesia gótica más grande la ciudad. El restaurante está justo enfrente.

Era domingo, y estuvimos buscando por el Bairro Alto algún sitio para comer, pero la mayoría estaban cerrados. De camino hacía Rossio encontramos este restaurante, echamos un vistazo a la carta, y nos convenció así que entramos. Los camareros muy amables nos ofrecieron una mesa al lado de la ventana, con vistas a la plaza. La primera impresión es que es un sitio muy tranquilo y acogedor. Está muy bien decorado, con botellas de vino en las paredes y muebles antiguos restaurados de madera. En el techo, grandes lamparas vintage. Las paredes, con papel pintado estilo portugués.

Mientras ojeamos la carta, nos sacaron un plato con pan y aceite. Como siempre en Portugal, esas cosas te las cobran, y el precio en la carta es de 2.50€. La carta está basada en la comida tradicional portuguesa y no es especialmente amplia, aunque tiene un poco de todo, y hasta los más exigentes seguro que encuentran algo que les satisfaga. Puedes encontrar embutidos portugueses (queixos, presunto, chouriço,...), caldo verde, mariscos, ensaladas. Dentro de las carnes tienen secreto ibérico y el prego a Carmo (filete especial de la casa), y clasicos portugueses como el Bacalhau a Bras o el Arroz de Tamboril. Los precios no son caros, entre los 8-10€ los entrantes y entre 11 y 17€ lo segundos de carne o pescado. Además tienen un par de platos vegetarianos, un risotto y una lasagna.
En cuanto a vinos, tienen una amplia carta de blancos, rosados y tintos portugueses. Pero como pasa en casi todos los restaurantes de Lisboa (y no en el resto de Portugal), los precios del vino son muy elevados. Además, no tenían medias botellas y una entera para una persona es demasiado.

Nos decidimos por cerveza y agua para beber y para comer bacalao a bras y lasagna de verduras. El agua nos sorprendió, porque te traen una botella de la marca del restaurante, parece agua del grifo, pero luego resulta ser agua mineral.
El bacalao lo presentan en un timbal con patatas paja y cebolla, ligado con huevo, acompañado de ensalada que incluye incluso rabanitos, muy bueno, en su punto.
La lasagna en una fuente, aún caliente. También muy rica y jugosa, aunque con demasiado queso. Tardaron bastante en traernos los platos, pero estando de vacaciones, tampoco tenemos prisa. Y eso es señal de que lo están haciendo en el momento.

Para el postre, aunque ya estábamos llenos, no pudimos por menos que probar alguno de los exquisitos postres caseros que elaboran. Nos decidimos por una tarta de mango y acertamos de pleno. Muy jugosa, con mucho sabor a mango y nada pesada, casi la devoramos.

Como estaba lloviendo y estábamos tan agusto, nos tomamos un café y un cha, y seguimos disfrutando de la tranquilidad. Luego pedimos la cuenta y pagamos 34€, que no nos pareció caro para un restaurante en el centro de la ciudad que cuida tanto los detalles.

Como nota negativa, el poco fondo de armario en el menú y el precio elevado de los vinos. Como notas positivas la calidad de la comida, el sabor y la presentación de los platos, la decoración del restaurante, su ubicación y la relación calidad-precio. Cuando volvamos a Lisboa, seguro que nos acercamos a comer o cenar.


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