martes, 31 de julio de 2012

El nido de Valverde, Guadalajara.

En la sierra norte de la provincia de Guadalajara, lindando con la provincia de Soria y en las estribaciones de la sierra de Ayllon se encuentran los pueblos de la arquitectura negra. Son llamados así, porque dada la abundancia de pizarra en dicha zona, todas las casas son negras.

Uno de los pueblos de dicha zona, es Valverde de los Arroyos, donde se encuentra el restaurante y alojamiento rural, El nido de Valverde.

Se trata de una antigua casa del pueblo restaurada y reformada por su propietaria, Concha que es además quien cocina, y en la que además de comer te puedes alojar en una de las tres suite de 50m con jacuzzi y todas las comodidades. Aunque se encuentra en el centro del pueblo, es una zona tranquila, puesto que se trata de una pequeña población. El alojamiento cuesta 135€ con desayuno incluido, en su web se pueden ver las fotos para decidir si merece o no la pena, aunque desde luego, parece excesivamente caro.
Ofrece además algunos servicios novedosos, como por ejemplo una siesta en la suite (que Concha define como el yoga de los españoles), sesiones de reiki o masaje terapéutico. Además el restaurante tiene una exposición permanente de pintura Naif, y también se puede comprar algún cuadro.




En la puerta tiene la carta con precios (bastante elevados, por cierto), y después de echar un vistazo y gustarnos, entramos a tomar algo. Al entrar la sensación que da es que estas en la casa de alguien, más que en un restaurante. Como hacía calor, pasamos a la terraza interior a tomar unas cervezas, y Concha nos puso un aperitivo de atún con pimientos de piquillo. El sitio es muy tranquilo y muy acogedor y está decorado con buen gusto. Reúne lo tradicional del campo guadalajareño (aperos de labranza, paredes de piedar, vigas de madera) junto con coloridos cuadros de arte Naif.


Como nos gustó, preguntamos para cenar y Concha nos dijo que sin problema. Si nos pidió, que le dijéramos lo que íbamos a pedir y la hora a la que pensábamos llegar, para tenerlo más o menos preparado. Nos facilitó una carta que incluía más o menos lo que habíamos visto en la puerta: ensaladas creativas, pisto, croquetas caseras, revuelto, setas de temporada en cuanto a entrantes. En los segundos tiene chuletas de cordero, cabrito asado (solo por encargo) y algún pescado. Pedimos croquetas caseras (14€), que nos confirmó que eran de carne de cocido y setas de temporada (que no tenían precio porque eran fuera de carta)


Sobre la hora que le habíamos comentado, llegamos al restaurante y como estaba vacío, elegimos una tranquila y acogedora mesa al lado de la salida al patio. Nos sentamos y pedimos la carta de vinos, que es bastante deficiente. Tiene muy poca variedad, vinos muy clásicos y unos precios que meten miedo. Asi que decidimos pedir cerveza y agua, y la camarera nos trajo un par de pinchitos de jamón con tomate de aperitivos, muy buenos.


En primer lugar nos sacó las croquetas. Un plato con 6 croquetas bastante pequeñas que estaban muy buenas. La bechamel muy jugosa y un sabor rico, pero muy escaso de cantidad. Nos trajo una bandeja con pan que no habíamos pedido, pero como era un mollete calentito, nos lo quedamos. A continuación llegaron las setas shitake. Un plato con cuatro setas shitake y en el centro un huevo muy pequeño. Se lo tuvo que llevar, porque se dio cuenta de que se le había olvidado poner el jamón. También muy ricas, pero un plato muy escaso de cantidad. Las setas son caras, pero por 14€ que cuesta el plato, se pueden poner algunas más y no dejar a los clientes con hambre.



Como no nos habíamos llenado con los dos platos pirricos que nos había puesto Concha, pedimos un postre para compartir. La carta de postres tiene cosas muy ricas, y según la camarera, caseras. Nosotros pedimos tarta de queso, y no nos gustó. No estaba nada jugosa, era un pedazo ridículo (por el que nos cobró 6€) y además, tenemos firmes sospechas de que no era casera.


Como el ambiente era muy relajante porque estábamos solos en el restaurante, pedimos unas infusiones y nos las tomamos tranquilamente. Cuando nos dio el sueño, pedimos la cuenta, que ascendió a 41€. Tengo que decir que dos platos que no te quitan el hambre y un postre con dos bebidas y dos infusiones por ese importe, es carísimo. 11€ las croquetas, 14€ las setas, 6€ el postre, más 3€ de servicio más 3€ de las infusiones es un precio excesivo. Se come mucho mejor por ese dinero casi en cualquier sitio, porque aunque los platos están buenos, son muy caros para la cantidad que te ponen. Además hay que tener en cuenta que no es un restaurante en el centro turístico de una ciudad, sino en un pueblo perdido, que esos precios, no se justifican.


En resumen, un restaurante para comer bien, pero muy caro. Es sin duda un lugar con encanto, pero lo pagas más que de sobra. La cocina es creativa y biológica, pero a precio de oro. Dudo mucho que volvamos.

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