En cuanto a la primera impresión y a la decoración del local, hay que decir que es muy buena. El sitio está decorado con buen gusto, el salón tiene el suelo de cristal, y está decorado con botellas, recordando la bodega que había debajo tiempo atrás y que hoy ha quedado como parte de la decoración del local.
El espacio entre las mesas es aceptable y al no haber muchas, el ruido es soportable, aunque el día que estuvimos era un domingo por la tarde, y no había mucha gente.
La carta se centra en embutidos ibéricos, huevos rotos, croquetas y ensaladas, y carnes y pescados variados de segundo plato. La carta de vinos es amplia y extensa, hay desde vinos jóvenes de D.O no muy conocidas como la de Calatayud o Bullas, hasta clásicos de Ribera o Rioja.
Pedimos salmorejo con helado de parmesano (8.90€), huevos estrellados con jamón (9.90€) y parrillada de verduras con mozzarella di bufala (9.90€). Los tres platos muy escasos de cantidad (sobre todo por ese precio), aunque de sabor y presentación, muy bien. El helado de parmesano le da un sabor muy rico al salmorejo, los estrellados estaban hechos con aceite de oliva, muy sabrosos (no como en otros sitios que ponen patatas congeladas y frito a saber con que) y la parrilada también con buen sabor.
Estos tres platos, unas cañas (3€ la doble, 1.50€ la caña) una botella de agua (2,50) y el servicio de pan (1,50), hicieron ascender la cuenta a 40€ que es un poco caro para comer tres platos, que aunque ricos, no incluyen ingredientes caros y con unas cantidades muy escasas.
Los segundos de carne y pescado tenían muy buena apariencia, como el solomillo al PX o la lubina con verduritas y salsa de vermuth, pero en ese caso la cuenta te puede subir por encima de los 30€ por persona tranquilamente.
En definitiva, un sitio para comer bien y disfrutar de un buen vino, pero sabiendo que te vas a dejar bastante dinero.
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