miércoles, 1 de agosto de 2012

La buga del lobo, Madrid

La Buga del Lobo está situado en la madrileña calle de Argumosa 11, en el barrio de Lavapies. Se trata de una de las calles que más oferta de restauración ofrecen dentro de dicho barrio.

El restaurante está decorado al estilo de las antiguas tabernas de Madrid, todo de madera, con vigas en el techo y taburetes macizos. Lo combina con cuadros de colores por las paredes, lo cual crea una mezcla decorativa cuanto menos curiosa de taberna madrileño-caribeña. Además tiene una terraza con unas diez mesas, pero es complicado conseguir sitio si llegas mas tarde de las 20:00h, especialmente si hace una buena tarde-noche.


Como la terraza estaba llena, nos sentamos dentro. Era una tarde de mucho calor, y el local no tiene aire acondicionado, por lo que hace bastante calor. Tienen unos ventiladores de techo, que algo hacen, pero si no estas debajo de uno de ellos se pasa bastante calor.

Nos sentamos en una mesa al lado de la escalera que sube al comedor, y la verdad es que no es muy cómodo el taburete, aparte de que las mesas son pequeñas, y si pides más de 3 platos, puedes tener un problema de espacio.

Enseguida nos atendieron, nos trajeron la carta, y pedimos unas cañas para beber (1,30€ cada una) y nos la trajeron con unas aceitunas de aperitivo. La carta no es bastante amplia, e incluye croquetas caseras, chorizo frito, revueltos, huevos rotos y ensaladas. Y algunas otras cosas no tan típicas del tapeo madrileño, como carpaccios, bacalao confitado, embutidos de Soria o setas de temporada, entre otras cosas.

Pedimos unas croquetas caseras (9,5€) y unos huevos caribeños (14€). A pesar de que había bastante gente, enseguida nos trajeron las croquetas de queso de cabra con miel, que están muy buenas. Eso si, son cinco croquetas bastante pequeñas, quizá un poco caro por ese precio. Luego nos llegaron los huevos caribeños que es un plato bastante grande con arroz basmati, huevos, frijoles negros, láminas de aguacate, queso parmesano y aderezo de balsámico y miel. Viene todo separado en el plato, pero lo mezclamos y la verdad es que está bueno. La mezcla de sabores que se produce lo convierte en un plato muy rico. Pero también caro. Al fin y al cabo no lleva boletus, ni trufa, no se justifica el precio de 14€.

No pedimos postre, aunque si dos bebidas más y la cuenta fue de 29,50€. El importe no parece muy caro teniendo en cuenta que es el centro de Madrid. Pero hay que tener en cuenta también, que solo pedimos dos raciones y ninguna con productos caros, que si podrían justificar ese precio. Tampoco tomamos vino, que por cierto tienen una carta con bastantes vinos jovenes de Castilla León que no está nada mal.

Además el local tiene una buena oferta de cócteles, por lo que si apetece una copa, no es mal sitio para tomarla. El barrio de Lavapies tiene siempre mucho ambiente.

En definitiva, un restaurante para degustar platos tradicionales y otros más originales, en el centro de Madrid. Que no es barato, pero tampoco es desorbitado. Es posible que volvamos.

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